"Cuando perdí a mi mujer pensé pegarme un tiro. El éxito de mi libro
me salvó, y no por vanidad, ¡bien lo sabe Dios!, sino porque pensé que
si había en mí una fuerza útil, no tenía derecho a aniquilarla". La
carta que a finales de 1912 Antonio Machado envió a Juan Ramón Jiménez retrata bien la borrasca vital que estaba atravesando el primero...
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